Wednesday, June 29, 2011

el buen samaritano



de alegría no sé mucho,
no es lugar común
como la melancolía,
como la radiografía
de los días (de los míos)

no soy una autoridad de fiar
en tal rama,
en susodicho crucigrama
o rompecabezas
(como lo fue neruda, el viejo whitman,
como lo es michel camilo,
el pibe que labura conmigo)

artificial, postiza la alegría
siempre me ha parecido,
se me ha aparecido
en los lugares, 
los momentos menos indicados,
de menos aprietos
o de mayor seguridad

lo siento, mi fuerte es otra cosa,
es otra mosca
para abrir la boca
y tener que hablar,
tener que tragar en seco
y quedar mal

mi espejo
es el mejor de los médicos:
a él le importa un culo
mi estado de ánimo,
le importa un comino
lo que está a la moda

obvio
que no nos llevamos bien

para mí él es un presumido,
un ridículo,
para él yo soy
una mediocre representación,
personificación
de su capacidad, de su voluptuosidad

pero a lo que iba,
diríjase mejor al bar de la esquina
lo antes posible
pues esto ha sido un mal entendido,
el hipo o bostezazo del destino,
de ese crónico asmático
que se le da de libre albedrío
cuando se le sube el trago a la cabeza,
cuando se pone de parte suya,
de la mía

diríjase mejor al retrete
de damas o de caballeros
y cáguese en usted,
en lo que sea,
la cual es la terapia
menos elocuente
pero más eficiente

eso sí, antes de sentarse
asegúrese de que el inodoro
esté fuera de servicio

tanto pujar, para nada,
no señor
 


c. a. campos, 2011

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