nos escupe a la cara el buen espejo,
nos aruña,
nos corta la cara con la navaja de afeitar
el sarro, las lagañas nos muestra sin sonrojarse,
sin inmutarse la incipiente calvicie,
la parte que se esconde, que no aprobamos
nos miente cuando debería defender la verdad,
y la piedra, la verdad nos arroja cuando la mentira
es lo que alentaría, lo que encajaría mejor
el buen poema no corresponde, no responde
a todas las preguntas que se le formulan,
que nos hacemos en privado y en paños menores
sin pestañear, a él le tiene sin cuidado
dejarlas en blanco, dejarnos con el vaho, el bostezo,
con el mal aliento, el mal sabor en la boca
un pito le importa que debemos debamos
cargar a plena luz del día
con el muerto, con los añicos
c. a. campos, 2012
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